miércoles, 21 de octubre de 2009

Atlético Rica Rica

Querido Alfredo:
Quiero que sepas que sos en la única persona en la cual confío ciegamente, y por eso es que te escribo después de tanto tiempo. Me encuentro muy lejos de casa, en realidad, a veces me siento lejos de cualquier lugar; pero bueno, lo cierto es que estoy en San Salvador de Jujuy y voy a tratar de contarte todo sin demasiados adornos, ya que no tengo demasiado tiempo.
Te acordarás que cuando vos te fuiste a Madrid, yo estaba con la posibilidad de entrar a laburar en “Fútbol pasión”, gracias a que el garca de Gimeno me iba a dar una mano. Y aunque no lo creas, me la dio y no fui a lavar los baños como era de esperar en estos casos, sino que me mandaron a cubrir Primera C y D. No te podés imaginar mi alegría. El fútbol siempre fue nuestra pasión y aun cuando me hubieran mandado a cubrir los torneos interfábricas, me hubiese puesto contento igual. Qué más se puede pedir a los 19 años. Yo no soy como vos, que aparte de futbolero, sos un periodista culto; yo soy del tablón. No sabés como extraño las charlas en las que me enseñabas tantas cosas. Uno valora lo bueno cuando ya no lo tiene.
Pero te sigo contando, porque no tengo mucho tiempo para perder. Una mañana llego a la redacción y ni bien entro, me agarra Domínguez, el jefe de redactores. Me cuenta que lo de Jujuy venía bravo y que con la desaparición de Cranwell, la cosa había tomado ribetes dantescos. Cranwell, no sé si te acordás, era un diez rubiecito de Racing que jugó contra Boca en la Bombonera la última vez que fuimos a la cancha juntos. Tal vez no te acuerdes, porque ese día entró en el segundo tiempo. Lo cierto es que con esto de Cranwell, saltó la ficha de que en Jujuy, ya iban como tres jugadores que desaparecían después que sus equipos jugaban en “La Tacita de Plata”, el estadio del Gimnasia y Esgrima local. Hasta lo de Cranwell, en Buenos Aires no le habían dado mucha bola al asunto. Pero después de eso, fue tapa de los diarios y noticia en televisión Hasta el de los policiales del 13 empezó a joder con el caso. Pero como te venía contando, Domínguez me dijo que yo era el elegido para cubrir el misterio de Jujuy. Nadie quería comerse ese garrón. Distinto hubiera sido que las desapariciones se hubiesen producido en Milán. Qué le vamos a hacer: “el derecho de piso”. Y sin lamentarme, me puse a averiguar todos los datos. Antes de Cranwell, habían desaparecido: un juvenil de nombre Lousao de Gimnasia y Tiro de Salta; otro, también juvenil, de Guaraní Antonio Franco de Misiones llamado Sixto Chutro y un tal Marcelo Di Nápoles, volante central de Atlético Ledesma, que según dicen le pegaba con un fierro a la pelota.
Pero cuando llegué a San Salvador me di cuenta que la cosa era más grossa. Según contaban, a sottovoce, eran más los desaparecidos y todos en oportunidad de que sus equipos vinieran a enfrentar al Lobo Jujeño. Los lugareños no le daban mucha bola al tema, porque los pibes de estos lares se las toman de un día para el otro, se suicidan o se rajan por ahí con alguna chinita y no siempre avisan. Pero lo de Cranwell, era un misterio que no se podía explicar desde ese lado. Cranwell era de Buenos Aires y no tenía motivos para pirarse por ahí y abandonar su promisorio futuro en Racing.
El asunto no venía para nada fácil y amedrentado por mi inexperiencia y ansiedad, una noche me fui a un bar y me tomé unos cuantos wiskys. Estaba deprimido, porque vislumbraba que no iba a poder averiguar demasiado y en “Fútbol pasión” me iban a fletar en la primera de cambio. Salí del bar más baleado que John Lennon. En la calle me percaté que tenía un voleo padre y con el viento frío que venía de los cerros me dieron unas ganas de vomitar que para qué te cuento. Como pude, me senté en un banco de una plaza y traté de quedarme quieto hasta que la nausea amainara. Pero no había caso. Cerré los ojos y al abrirlos, me encuentro con un tipo con cara de indio de frente. No sabés el cagazo que me pegué, porque era un indio de verdad, pero vestido. Su voz gutural rompió el silencioso frío:
-Oiga..., ¿Usted es uno de los periodistas de Buenosaire’?
Como pude le respondí.
-Sí, vine por lo del jugador de Racing.
-Sí, sí ya sé. Eh, Ud. sabe, si tal vez haiga algo, yo le podría, bueno...
-¿Me podría qué?
-Y... dar alguna, Ud. sabe, alguna información. No mucho, pero algo que le pueda servir de punta ¿vio?
-¿Y cuánto quiere?
-Lo que pueda amigo. Estamo' pa’ ayudar.
Y me puso unos ojos serviles de ortiva que ni Gimeno pone cuando lo llama el trompa a los gritos. El apache o lo que corno fuera, me estaba haciendo “el cuento del indio”. Pero, si no conseguía algo cuanto antes, Domínguez me iba a colgar de los huevos.
-¿Diez pesos está bien? No hay más.
Los ojos salvajes iluminaron la noche.
-Sí, sí, sí.
Le di los diez pesos. La verdad me sentía un imbécil.
-Mañana, cuando Ginasia juegue con Central Norte de Salta, no entre a la cancha, quédese por ahí afuerita nomá. Camine y cuando vea a una chinita de uno’ diecisei’ ó diecisiete’ año, con un sombrero negro, pregúntele, va a ver que ella algo sabe.
(Viste, te escribo con diálogos y todo como a vos te gusta Alfredito, pero sigo que se me va el micro)
Me volví al hotel lamentando los diez mangos. Ya llevaba una semana en Jujuy. Al otro día jugaba Gimnasia en “La Tacita de Plata” con los cuervos de Central Norte. Y ni bien me levanté, me sacudí la resaca y me fui para la cancha. No sabés la cana que había, salían ratis por todos lados. Pero según me había contado un colega de Crónica, la cana lo hizo jugar a propósito para ver si trataban de piantarse otro jugador. Como te conté, la gente le daba muy poca bola al asunto, la mishiadura es más importante que cualquier promisorio 10 de Racing desaparecido. Se preocupan más por buscar algún laburo para pucherear, que en convertirse en Marlowe’s del Noa (¡viste te lo metí y bueno, “El sueño eterno” es el único libro que leí entero!). Sigo: comencé a caminar por las inmediaciones del estadio, pero no pasaba nada. El clásico había convocado menos gente que un ciclo cultural. Me estaba desesperando otra vez, cuando en un paneo visual, descubro el sombrero negro. Me puse como loco. Por la descripción era la piba de la que me había hablado el indio de la plaza. Flaquita, con el sombrero negro y mirando para la cancha. Era ella, no cabía duda. Así que cruzo la calle y empiezo a caminar hacia el sombrero, pero con disimulo. En la mano llevaba una especie de termito de color azul. Era bien morochita y bastante agradable.
Merodeaba la cancha, atenta a cualquier movimiento. Y yo atento a cualquier movimiento de ella. Después de terminado el partido, rondó el micro en el que se iban los jugadores de Central Norte y como vencida, empezó a caminar hacia la terminal. Yo te imaginarás, detrás de ella. Pidió un pasaje a Humahuaca y yo también. Una hora después llegó el micro de la empresa Balut y lo abordamos.
En el viaje me senté a su lado y busqué darle charla. Sus ojos eran como dos perlas lustrosas. Pero cuando le dije que era periodista, las perlas se convirtieron en dos luceros incendiados. Me dijo que en Humahuaca necesitaban un periodista joven y conocedor del fútbol. Que me iban a pagar muy bien, que esto que lo otro. Agarré enseguida y Deidamia, así se llama la piba, se puso tan feliz que me zampó un beso que creo, fue el principio de todo.
Me sirvió de lo que llevaba en el termo. Según Deidamia: té de rica-rica. Tenía un sabor extraño, fuerte.
Después me contó que vivía entre los cerros y me volvió a ofrecer el misterioso rica-rica. Yo buscaba que me cuente para qué querían un periodista de Buenos Aires, pero ella no paraba de hablar del rica-rica. Ese yuyo se conseguía en los cerros más altos y ella se lo vendía a los turistas en Humahuaca. Yo, ansioso, le pregunté al pasar, haciéndome el bobo, si sabía algo de los futbolistas desaparecidos y ella me dijo, con su tono parsimonioso, que si la acompañaba hasta los cerros, prometía contarme cosas que podían interesarme. Pícara. No te miento si te digo que sentí un poco de temor, pero Deidamia me inspiraba una tranquilidad que desactivaba cualquier inquietud. Era muy agradable estar con ella. Sentía que más avanzaba por esa ruta, más me iba alejando de Buenos Aires y de mi puesto en “Fútbol pasión”. Mucho no me importó. De última alguien parecía querer darme trabajo en Humahuaca.
Ella me decía los nombres de los pueblitos que aparecían a los costados de la sinuosa ruta 9, en los que el micro ingresaba. Pasaron, Purmamarca, Tilcara, Huacalera (donde me contó que a Lavalle lo cortaron en pedacitos), y finalmente Humahuaca.
Pero no entramos en el pueblo. Deidamia le dijo al chofer que nos bajábamos en la ruta y comenzamos una caminata de, y no te estoy mintiendo, cuatro horas. Pensé que me moría. Bajo ese sol jujeño prometí dejar el faso para siempre. Después de atravesar un cerro enorme, apareció un caserío al pie del valle. Hasta ahí, todo normal. Pero cuando nos acercamos, sí, lo que te imaginaste: Cranwell. El mismísimo Cranwell ante mis ojos y pateando una tango como si nada, más contento que si estuviera en Ezeiza concentrando con la Selección Argentina. Y estaban los otros pibes, de lo que yo había visto fotos. Increíble Alfredito, increíble. ¿Y a qué no sabés quién estaba también?: Abelardo Laudónico, sí, el que fue técnico de All Boys, de Estudiantes de La Plata, de un montón de clubes de acá y de Europa. Te acordás, el que cagó a trompadas al referí Lonardi en un clásico Gimnacia-Estudiantes. De película. Allí estaba Laudónico, al frente de lo que era un complejo deportivo modelo y en el medio de los cerros. Yo no la podía creer. Después Deidamia me presentó a Laudónico, le dijo que yo era el periodista que buscaban, y una vez que se aseguró que había tomado el rica-rica me llevaron a un complejo que parecía una concentración y me la explican toda.
El famoso té de rica-rica, te lima el bocho y te cambia los rasgos si lo tomabas todos los días. Ellos estaban preparando un equipo que querían represente a Humahuaca a nivel nacional e internacional. Todos locos, estaban todos locos. Pero locos lindos como diría el polaco. Y todo Humahuaca estaba al tanto del asunto, pero nadie abría la boca. Te aviso que son como seis mil almas. Porque el objetivo, el gran objetivo y esto es lo maravilloso, no era solamente futbolítico. Iba más allá de lo que te puedas imaginar. Los indios omaguacas, los únicos que tienen derecho a estas tierras, fueron salvajemente masacrados por los conquistadores españoles. Con Laudónico a veces chupamos vino en los cráneos de dos españoles del 1600, (Dios los tenga en la gloria y no los largue), que los omaguacas con los ocloyas y los mataguayos, en acción conjunta, asesinaron en un fuerte que según dicen, se llamaba Nuestra Señora de las Angustias, del otro lado de los cerros del este, en el Valle del Zenta. ¿Y sabés cuál es el sueño máximo?: que el Atlético Rica-Rica, así lo llaman, llegue a jugar con el Real Madrid, al que Laudónico desprecia con todo su corazón, andá a saber por qué, y ganarles, vengando a todos los aborígenes innecesariamente masacrados por el fusil español. ¡Qué me contursi! A vos que siempre te gustó la defensa de las culturas aborígenes, no te parece maravilloso. Comete esta mandarina, Alfredito. Y el famoso rica-rica, combinado con otro yuyo, parece que potencia las habilidades inmatas y ese es el secreto del gran equipo que desvela a Laudónico. Imaginate, yo que siempre estuve medio pirado, en el medio de semejante locura y Deidamia que me tiene meta rica-rica.
Mirá, te la hago corta. El rica-rica a mí no me hizo efecto, y no porque carezca de habilidades, je, sino porque yo siempre tomé Migral, por el dolor del balero eterno que tengo y parece que el Migral tiene alguna droga que anula el efecto del rica-rica. Esta es una conclusión científica a la que llegó Higinio Nardelli, el médico del plantel. Yo en realidad creo que no hace ningún efecto, que es el carisma de Laudónico el que los ha cautivado con sus prédicas.
Como te darás cuenta, a mí también me convencieron. Y no me arrepiento de nada. Esta gente es maravillosa y el proyecto de llegar, a tus ahora pagos madrileños a vengar a nuestros antepasados, me entusiasma cada día más. A “Fútbol pasión” les mandé un telegrama de renuncia y a mi vieja le dije que me quedaba acá. No sabés como me putea. Pero estoy seguro de lo que hago, este Laudónico es un fenómeno, sabe de todo. Acá lo tienen como a un semidiós, tiene la autoridad de un cacique. Lo adoran y él a ellos. El tipo es muy respetuoso y no se zarpa con nadie. Mirá si lo viera Lonardi, se muere; ahora parece Ghandi el tipo. No sabés como toca los takiraris con el charango y el sikus. Los omaguacas tienen mucho de la cultura inca, ya que fueron dominados por Atahualpa y la quebrada era un camino hacia el Imperio Inca y bla y bla... Laudónico sabe una bocha de todo eso. El otro día me contó que él tiene sangre jujeña por parte de la madre. Vos lo disfrutarías más que yo, porque el chabón sabe una bocha de literatura. Me hizo leer a un tal Saer, que me rompió la cabeza. Con lo que vos sabés, con él tocarías de primera. Yo soy medio madera para los libros, well you know. Si te cuento la que me contó de Pablito Fournier, tu ídolo xeneise, te caés de espalda. Parece que iba para atrás el amigo. Pero para atrás en serio, ¿me entendés, no? Y con Deidamia, cada día, bue como te explico, hay onda, es una mujercita muy especial. Me tiene contra las cuerdas la coyita (si sabe que le digo así me mata).
Espero que no me mandés al frente, acordate que fui una tumba egipcia cuando Marcela me vino a apretar con lo de la gallega con la que te piraste a Madrid. Códigos son códigos. Me gustaría que puedas ver todo esto, que te tomes un rica-rica al amparo de estos cerros maravillosos y coloridos (escribíme a la dirección del sobre). Ojalá puedas venir. De lo contrario, vas a tener que esperar a que vayamos con el Atlético Rica-Rica a Madrid, a desafiar el honor del Real y con el Bernabeu hasta las manos de gallegos.
Un abrazo, Leo.
Maracho

1 comentario:

  1. jaja sí, las caminatas por esos pueblos norteños bajo el sol son agotadoras pero divertidas a la vez, no se puede negar, porque uno va viendo paisajes extraordinarios y también a veces aparece un pueblito perdido por ahí y uno se siente en otro mundo. Yo me quedé en el hotel huacalera tilcara que es una ciudad muy linda, y suerte que tenían aire! Además hice de todo: excursiones al Cerro Morado y al Pucará de Tilcara, cabalgatas, trekking, mountain bike y más! Muy bueno,
    Meli

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